Después de soltar el último aliento de la noche, ¿qué es lo que sigue?... Sería común la respuesta de aferrar el sentir a la piel vecina, de ceder a los parpádos el ansioso deseo de paralizarse, o de tomar una pausa para luego continuar acelerando el aliento, desgastando un deseo, o una pasión, con las poco mesuradas y elegantes ganas acumuladas de besar durante el trayecto de la monótona semana de trabajo.
Durante esos minutos, donde el cuerpo está pero de uan manera ausente recargando deseos, se le ocurre a ella una imagen borrosa de un contorno naranja tostado y al introducir su semblante en la imagen le llega una brisa tan dulce que empalaga, pero logra esquivarla, tan densa, tan molesta... pero tan inusual, poco ordinaria, misteriosa, gloriosa!... Se decide, se actúa y la noche se ilumina de óleo naranja y toma otro rumbo, un nuevo rumbo. Se exploran los cuerpos.
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